martes, 5 de febrero de 2019

Caballero de la noche



La situación comienza con media botella de Jameson un martes a las seis de la tarde. Todo empeora cuando te llega un audio preguntando en que andás. Le decís, sin saber realmente bien de quien se trata, que nada, que estabas tomando un “wisconsin” y escuchando un poco de música. Él te contesta que tiene invitaciones V.I.P para ir a un concierto privado. Todo te resulta mucho más confuso cuando advertís que el mensaje te lo manda Tomy, dealer en sus ratos libres, con quien, sorpresivamente, has ido solventando un efímero vínculo lubricado por algunas borracheras ocasionales basado en largas noches de conversaciones fundadas sobre la mismísima nada. Te dice que no sabía con quien ir y que se acordó de vos, las invitaciones a él se las dio el dueño del bar, quien cumple años y aparentemente lo festeja, luego del concierto, a puertas cerradas.

Le preguntás quién toca y no sabe decirte, pero te aclara que es uno de esos que te gusta a vos. Te dice de encontrarse a las ocho en la esquina del lugar, así van juntos porque el tiene las invitaciones. Al mirar el reloj son las seis y media, te ajusta el horario pero la verdad que después de unas cuantas medidas de whisky las probabilidades aumentan, no tenés nada mucho mejor que hacer y te genera bastante curiosidad saber de quién se trata.  No hay dudas y le das el ok, a las ocho ahí. Una buena ducha, ropa limpia, llenar la petaca con lo que queda y salir a la aventura.

Bajás a la estación y ves llegar el subte, no hay moros en la costa y saltás el molinete, las automáticas puertas del subterráneo se abren y se cierran tras el clásico pitido; hay un asiento vacío esperándote, tomas asiento y el frío de la petaca en tu mano te induce a un trago que te quema la garganta suavemente. Nada puede salir mal ¿O sí? mejor no apresurarse. A medida que las estaciones avanzan recordás una de esas frases que Tomy suele sacar de la galera: “Vos tenés que ser el que todos esperan pero el que nadie conoce”. A vos te había sonado como un epitafio, una punzada en el aire, cuando la escuchaste tuviste la certeza de que efectivamente se puede aprender algo de todos y cada uno de los habitantes de esta jungla.

Al llegar, el panorama no podría ser mejor, Tomy te está esperando, apretón de manos y las entradas ya están en tu poder, esbozas una sonrisa cómplice y lo escuchás decir, “acompañame”, al entrar se escucha música de fondo y te resulta conocida, “están terminando de probar sonido”, te asomás para escuchar mejor y comprobás que, efectivamente, se trata de uno de esos que te gusta, el señor Willy Crook está ajustando los detalles de sonido junto a sus aliados de siempre, los “Funky Torinos”. En ese momento te acercás a la barra a pedir una cerveza y advertís el milagro, barra gratis, buena música en vivo. A veces el universo conspira a nuestro favor, y no nos queda mas que saber disfrutar y aprovechar el instante mágico.

Ahora lo ves a Tomy alejarse, dejando en el aire una promesa “ahora vuelvo” y te quedás mirando la barra, el lugar es cálido, buena iluminación, hay buen clima en general, van llegando algunos invitados que aparentan ser amigos de la casa, el barman los saluda con confianza, te miran y te saludan amigablemente y justo lo ves pasar a Willy, a quien saludás con un gesto afirmativo con la cabeza, él se detiene automáticamente y te extiende la mano, el apretón de manos sirve de preámbulo para el garroneo: “Convidame un trago que tengo la garganta seca” le pasás la pinta, fresca, reluciente, recién servida, a lo que Willy agrega “¿A ver cómo te salió?” y se manda de un trago media pinta. Cuando le comentás que hay barra libre sus ojos se iluminan y cuando estás por agregar algún otro comentario, él ya está acodado sobre la barra haciéndole chistes al bartender, eso te remite automáticamente a muchos años atrás, cuando por distintas circunstancias conociste al artista en reiteradas ocasiones, que por supuesto, él no recuerda.

Willy Crook, un sujeto al cual el mismísimo Enrique Symms definió como capaz de pasar semanas sin dormir, batiendo incluso su propio récord, lo que se dice un tipo duro, que vivió los intensos años ochenta desde adentro y sobrevivió para contarlo, dejando su sello en algunos de los discos fundamentales del rock nacional, tal es el caso de Oktubre, de los Redonditos de Ricota o incluso llegó a formar parte de una de las últimas formaciones de los legendarios Abuelos de la Nada. Un artista pionero en lo suyo, que en los noventa formó los “Funky Torinos” agrupando a varios de los mejores músicos de la escena porteña y definió su propio estilo con elegancia, hasta llegar a tocar de telonero de James Brown en su visita al país, cuenta la leyenda que cuando “Mr. Dynamite” se lo cruzó, tras bambalinas, elogió su vestimenta. Si eso no es tener estilo ¿Qué es?

Ahora el lugar empieza a llenarse de gente coqueta y lo ves volver a Tomy acompañado, te presenta a tipo con aspecto de empresario exitoso diciendo que es el dueño del lugar y lo felicitás por su cumpleaños, el sujeto se aleja inmediatamente atraído por un grupo de señoritas que lo saludan desde lejos, entre sonrisas, podés sentir el fragor de las noches de Palermo, ese extraño mundo compuesto por una insólita fauna en la que todos aparentan ser amigos y son completos desconocidos, comerciantes de la noche, seres que negociarían su alma a cambio de un poco más, mujeres perfumadas de piel suave, sujetos musculosos, muchachotes tatuados y con mucho dinero, taxidermistas de su propia miseria humana, sabés que sos un forastero infiltrado en ese circo, pero esa sensación, por el momento hasta te agrada un poco. ¿Qué pensás Tano? te dice Tomy y te trae de vuelta a la realidad. Sabés que estás dispuesto a tirar una bomba de humo en cualquier momento, pero no te apresurás, para eso hay tiempo, hay que saber retirarse como un caballero, y eso es algo que justamente Willy te enseñó casi sin quererlo.

¿De qué te reías? Te interpela de nuevo Tomy, y a cambio le ofrecés la historia de cuándo lo conociste a Willy, un verdadero gladiador de la noche, le contás que en aquel momento vos trabajabas de mesero en un bar de Palermo que él solía frecuentar, aquél lugar se llamaba “El viejo indecente” en homenaje al viejo Bukowsky, uno de los dueños, lector aficionado del poeta norteamericano era, o decía ser, amigo de Willy, con lo cual, el músico frecuentaba el bar muy a menudo. Una noche, se celebraba alguna suerte de mitin privado y allí estaba él, haciendo estragos en la barra y cotejando a una admiradora que celebraba su cumpleaños en una mesa con amigos, Willy iba y venía de la barra a la mesa y viceversa, con el transcurso de los cocteles la cosa empezó a ponerse más y más incómoda no solo para la cumpleañera, sino también para el dueño del bar y en menor medida, para quienes estábamos allí tratando de hacer nuestro trabajo.

 ¿Y qué pasó? te pregunta Tomy que de repente parece haberse interesado en la historia, entonces le contás que el dueño no tuvo mejor idea que decirnos que cerremos el bar con las pocas mesas que quedaban adentro pero con Willy del lado de afuera, quien al principio persiguió a las corridas a su supuesto amigo por todo el bar para propinarle una golpiza y en un momento determinado pusimos los cerramientos dejando al músico del lado de afuera. En ese momento todos pensamos que el episodio había terminado, se escucharon unos pocos insultos y luego un lapso de silencio que resultó eterno por el contraste con lo que estaba por suceder: Willy había ido a buscar su auto e incrustó la trompa del Torino contra la puerta del bar, quebrando los cerramiento y abriendo de prepo las puertas del establecimiento. Se bajó de su auto e ingresó, diciendo que no se retiraría de allí sin antes saludar a la dama, se quitó su pañuelo de seda y se lo ofreció a la muchacha a modo de obsequio. Porque así se retiran los caballeros, dijo, se subió a su Torino y partió hacia la noche infinita.

¿Ese es Willy? Te pregunta Tomy señalando al otro guitarrista, y le explicás que no, que lo va a identificar apenas llegue y en eso aparece en escena, se calza su saxo, cuenta hasta tres y comienza el concierto. ¡Ese es! Exclama tu compañero con sorpresa, le respondés que si, que claro es él. Y lo ves reírse, ¿Por qué te reís? Porque recién me lo encontré en el baño, dice, y te guiña un ojo. Así son los caballeros de la noche: siempre saben en que momento retirarse.