lunes, 11 de marzo de 2013

Buena vida


Nunca confíes en una mujer, salvo en tu madre. Perdí la noción del tiempo, pero tuve una buena vida. Tuve, la más preciosa mujer. Pero después me quedé solo y tuve la curda más larga. ¿Te invito una copa, nene?

Lo primero que pienso es: este viejo me quiere levantar. Pero acepto el trago. Está acodado en la barra, sobre la plataforma de madera con la vista perdida en un horizonte de botellas. Tendrá unos sesenta años. Camisa azul a cuadros, pantalón de tela gris. Un fuerte olor a alcohol y vejez, le faltan algunos dientes. Hay, en los pliegues de su rostro, una extraña paciencia. Habla sin mirarme. Pide dos whiskys dobles y brindamos. Por la vida.

Tenes novia, nene? Porque si tenés, desonfiá. Es un pedo melancólico, el viejo extraña y necesita hablar con alguien. Todavía faltan veinte minutos para que llegue Sofía. Los jóvenes ya no piensan en la historia. No les importa. No piensan nada más que en sus comodidades. ¿Vos estudiás nene?. Le contesto que sí. Me interrumpe otra vez. Yo dediqué mi vida al amor, por eso, todavía, estoy acá.

Termino mi trago con un gesto dubitativo. Faltan diez minutos para Sofía, para pedirle perdón, reconocer la cagada y que acepte mis disculpas. Esta vez voy a cambiar, de verdad, hermosa, perdoname.

Hay pactos que se establecen con una mirada. No hace falta nada más. Cuando me dijo que la mató y que estaba arrepentido no tuve más opción que creerle. Pidió más whisky al mozo pero esta vez no acepté. Me estoy yendo, gracias.

¿Alguna vez te traicionaron, nene?. Un silencio inmóvil entre nosotros, los hielos de su vaso tintinean suavemente. Llega Sofía y viene a la barra. Me paro y nos abrazamos. Pero antes de irme me acerco al viejo y le digo: gracias por el trago, jefe.  El viejo me guiña un ojo y dice: Chau nene, que tengas buena vida.


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